La retrospectiva del colombiano Fernando Botero en el Palacio de Bellas Artes -con motivo de su cumpleaños número 80- es tan voluminosa como sus personajes; la más grande muestra solista que se haya hecho a la fecha, con un total de 177 piezas, entre óleos, dibujos, técnica mixta y esculturas. El trabajo curatorial evidencia la evolución del artista: la gradual obesidad de su percepción formal y temática que, paradójicamente, delata lo poco arriesgado y complaciente que ha sido a lo largo de su carrera.
Sus grandes obsesiobes -el color, el volumen, su fanatismo por la historia del arte- de ingeniosas pasan a ser monótonas.
Esto no lo baja de su pedestal como uno de los artistas latinoamericanos más exitosos de las últimas décadas, algo que queda claro desde el primer momento, por la longitud kilométrica de la fila para entrar.