Michael Landy provocó el asombro de los visitantes de la National Gallery de Londres al presentar la muestra Saints Alive (Santos vivientes) en 2013.
El artista británico sacó del contexto habitual a mártires, como San Jerónimo y San Pedro, para crear esculturas monumentales en movimiento que se golpean a sí mismas. Inspirado por el arte cinético del pintor suizo Jean Tinguely, creó estas piezas para invitar al público a interactuar con ellas y visualizar de otra manera la violencia que caracterizó la vida de estas figuras religiosas.
Landy nos cuenta sobre su presentación en las salas del Museo Antiguo Colegio de San Ildefonso.
Háblanos del contexto para esta exhibición. Cuando viste la muestra del pintor suizo Jean Tinguely, ¿qué impresión te dejó?
En 1982 vi su exposición en la Tate Gallery, en Londres. Yo estudiaba textiles y no entendía lo que era ser un artista. De pronto, vi esas máquinas en las que podías poner tu pie en un pedal y cobraban vida. Más tarde, cuando tuve la residencia en la National Gallery, en 2010, quería interactuar con el público de manera similar y provocar el mismo sentimiento que tuve en la exhibición de Tinguely.
Los santos aquí son una parte muy importante de la cultura, incluso si no eres religioso, ¿cómo te sientes al mostrar estas piezas en un contexto muy distinto al de Londres?
Es algo con lo que la gente vive en México, mientras que en Gran Bretaña, es una cosa del pasado. Hemos olvidado todo sobre ellos. En ese momento, estaba muy interesado en la iconografía cristiana y las pinturas renacentistas.
Soy católico. Mis papás también lo son y así me criaron, pero somos una sociedad muy secular. Lo que hice fue descubrir a los santos de nuevo. Empecé a leer sus historias; sobre todo en un libro llamado The Golden Legend (La leyenda dorada) y retomé a los santos europeos como San Jerónimo, Santa Catarina, Santa Lucía o Santa Apolonia.
Elegiste un tipo específico de santos: los mártires.
Sí, sus vidas terminaron de una manera muy violenta. Y son autodestructivos, como las esculturas de Tinguely.
Se nota bastante violencia en las piezas...
Hay una verdadera violencia. Alguien los torturaba o ellos mismos lo hacían. Todo es sobre el martirio como una prueba a su fe.
¿Sientes que a veces el arte es un martirio?
No para mí, al menos no aún. Hice un proyecto que se llama Acts of Kindness, en el retomé otros aspectos. Sin embargo, para esta muestra buscaba que la gente interactuara con las esculturas.
La National Gallery impone "no tocar, no hacer ruido", por eso quería traer vida a la galería con estos santos que se golpean: San Pedro se lastima con una espada, San Jerónimo se pega en el pecho con una piedra y Apolonia se pica la cara con sus dientes.
"Autodestrucción" es una palabra recurrente al ver el ensamble de tu obra, como en Break Down.
Cada proyecto es diferente. Cuando destruí todas mis posesiones, examinaba el tema de consumismo. Lo hice frente a extraños en Oxford Street, la calle más popular de compras en Londres. Fue muy catártico porque reuní todo lo que tenía a los 37 años y lo destruí. Algunos pensaron que fue un desperdicio, pero esa fue mi decisión como consumidor.
¿Sucede igual con esta muestra, la gente podrá vivir una experiencia?
Eso espero. También se podrían llevar una camiseta porque San Francisco de Asis, cuando lo accionas, tiene una mini grúa que va adentro y jala una camiseta con los votos franciscanos: "Pobreza, castidad y obediencia". Claro, tienes que hacer antes una buena obra.
Las esculturas tienen un aspecto bastante retro.
Quería que se vieran como de los años setenta, porque el arte cinético es de esa época. Además, son máquinas que se descomponen o no funcionan muy bien. No son bellas como una MacBook.
¿Buscabas que fueran muy reconocibles las pinturas originales de las que se basaron las esculturas?
Me di cuenta de que Santa Catarina aparece mucho en la colección, así que leí sobre ella y decidí ver con más cuidado a los otros santos. Las pinturas son fragmentos que vienen de otros lados y mis piezas también lo son; combino un brazo de una pintura y el pecho de otra. Quería hacer ruido con ellas.