En el imaginario común, Magdalena es una mujer que llora desconsolada. Afortunadamente, la (muy) Contreras también es un rincón del surponiente de la ciudad que tiene más significados alegres que tristes: aire de barrio, comida exquisita, bellezas naturales y, sobre todo, tradición a raudales.
El río Magdalena, el último vivo del DF, es la condición esencial de este sitio y sus habitantes lo saben desde que las primeras tribus nahuas se asentaron aquí 500 años antes de nuestra era. Lo supo Jerónimo de León cuando, en 1543, estableció el primer batán para aprovechar el agua en la industria textil. Lo supo la familia Contreras y, durante el siglo XIX, lo supo Porfirio Díaz, quien concesionó la instalación de generadores eléctricos, los célebres dinamos.
Los mexicas retrataron la importancia de este río con su bella y metafórica lengua: Atlitic, el lugar donde la piedra bebe agua.
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La antigua casa patronal del Obraje de Contreras desluce en una curva del antiguo Camino Real, en el antiguo barrio de La Concepción, junto a un edificio ultramoderno ocupado hoy por el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen), pero por fortuna de su patrio sobresale una cruz tallada en piedra que deja saber que ahí hay algo especial.
La construcción contigua a la iglesia de la Purísima Concepción sirvió de casa a los antiguos dueños de la fábrica textil El Águila y conserva impecable su fachada de piedra de cantera, balcones ciegos, ladrillos cocidos y madera genuina. El suelo –con baldosas reales, no materiales prefabricados como en otros pueblitos coloniales– invita a imaginar los pasos de un inspirado Juventino Rosas, quien habría compuesto en ese lugar su obra maestra, el vals Sobre las olas, cuando vivió ahí hacia 1888, según presume una placa avejentada.
Dentro del edificio, un final digno para un sitio tan cargado de historia: lugareños que aprenden talleres de pintura, danza, piano, grabados.
Es una lástima que el acceso a los patios no está permitido a un visitante cualquiera, pero con un permiso apropiado uno puede entrar al patio concéntrico y a los pasillos saturados de vigas, y presenciar el esplendor de la familia de don Diego y don Tomás Contreras.
En la parte más baja del pueblo, como una fortaleza contra los embates del DF, se yergue una imponente nave fabril que albergó a la célebre textilera El Águila Mexicana a principios del siglo pasado.
El bullicio de los miles de obreros que cargaron con buena parte del desarrollo industrial de la antigua capital mexicana ha sido desplazado por exposiciones, conciertos y conferencias. Es un foro cultural desde 1979.
Más allá de la oferta de las autoridades de cultura, este lugar es un baluarte del espacio público de los contrerenses. Es un paradigma de sitio histórico aprovechado en bien de una comunidad, el equivalente a que la antigua fábrica de papel de Loreto y Peña Pobre (hoy Plaza Loreto) se hubiera convertido en un parque cultural para el disfrute gratuito de los habitantes de San Ángel.
En realidad este foro es tan deportivo como cultural, según se puede ver en sus canchas de futbol rápido y en los grupos de skaters y de parkour. Claro, algunas almas tranquilas toman ahí alguna clase o rondan la biblioteca, pero el verdadero quid del sitio es el ocio puro: mirar la herrería oxidada del edificio una tarde cualquiera y pensar que el encanto de una gran ciudad radica en sus pequeños detalles.
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Magdalena espera sentada el altar principal del templo, como debió haber recibido a sus primeros feligreses locales en el siglo XVI. Cuesta trabajo creer que un lugar con cinco siglos de antigüedad mantenga su atmósfera original, esa religiosidad mestiza cargada de símbolos católicos y elementos paganos.
La fachada de argamasa amarillenta muestra, además de falta de mantenimiento, esa adaptación que el arte barroco tuvo que infligirse en América Latina para llevar su mensaje cristiano a los habitantes nativos.
Para entender su sincretismo sólo basta seguir detenerse en la capilla posa que da al mural Fuera máscaras, de Ariosto Otero. De ahí solo hay pocos metros entre las alusiones a los chinelos de las danzas morelenses y la estatua del misionero josefino José María Villaseca.
El templo se antoja para una ceremonia de ensueño en el mismo ánimo festivo de la fiesta de Santa María Magdalena en la tercera semana de julio.
Si fuera un asistente de producción en busca de una escenografía o una novia a la caza de la iglesia perfecta para mi boda definitivamente tomaría nota de este lugar. Luego saldría a meditarlo en el mercado turístico que se encuentra en el exterior con un plato de birria de chivo.
La delegación ha sido el lienzo de uno de los mejores exponentes del muralismo mexicano contemporáneo El arte crítico de Otero se puede apreciar en varios puntos del surponiente capitalino, pero se concentra como los colores de su paleta en las calles de Atlitic, principalmente con su técnica favorita, el icónico estuco al grafito (esgrafiado).
Uno particularmente conmovedor es Dioses del agua, con incrustaciones de mosaico y cobre, que lamenta el trato al elemento que nos da vida. En él, ubicado en el muro exterior de las oficinas de aguas y saneamiento de la delegación (Av. Del Rosal 12, Pueblo Nuevo Bajo) , se puede ver la intención de Ariosto por "conquistar los muros exteriores al servicio de las causas sociales", como afirma en su manifiesto.
Otra de las obras que le habla directamente a Contreras sobre su pasado es Viaje del siglo XX, plasmado en la antigua estación de ferrocarril México-Cuernavaca (Emilio Carranza esq. Álvaro Obregón, Plaza de la Antigua Estación) en el centro del pueblo, el cual utiliza durmientes, rieles y señales de la vía original. Esta pieza hace dialogar al pasado ferroviario del lugar con la ciclopista y el parque público, a menudo repleto de niños jugando o parejas melosas.
Uno menos histórico y no por eso menos crítico es Adicciones, que adorna la barda exterior de la escuela Primaria República de Gambia (Poloni 34, Atacaxco). Supongo que no hay muchas razones para explicar la pertinencia de llevar el arte y el mensaje las adicciones a una es
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Más allá del atrio de Magdalena y los locales con sopa de médula están La Cañada y Emilio Carranza, las dos vialidades que ascienden del pueblito de Atlitic a la zona intrincada de macizos montañosos y cañadas, donde el río corre más rápido y puro.
Fue ahí donde Ángel Sánchez y empresarios franceses aprovecharon la fuerza del movimiento del agua para crear energía eléctrica en 1897, en plena ola de inversión extranjera en el país posibilitada por la “pax porfiriana”.
Las cuatro orgullosas máquinas que abastecieron de electricidad a la industria textil de la región –unas seis fábricas ubicadas en lo que hoy son las delegaciones Magdalena Contreras y Álvaro Obregón– actualmente son armatostes corroídos por el tiempo, que inspiran, a lo mucho, ternura comparadas con los prodigios de las hidroeléctricas actuales.
Ahora sus beneficios son más sociales. Son un punto de referencia en los turísticos bienes comunales de la Magdalena Contreras. Llegar al segundo dínamo y ver las válvulas y tuberías de fierro colado que maravillaron a los ingenieros del siglo XIX, a través de los ventanales herrados del viejo edificio de sillar y ladrillo que los resguarda, es entregarse de a poco a la nostalgia por el viejo valle de México.
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