Mide menos de tres cuadras, pero con eso tiene para fascinar a cualquier paseante. Salvo una veterinaria y un local de (deliciosas) tortas en sus extremos, esta pequeña calle no tiene servicios. Todas las tiendas, restaurantes y bancos están en la vía paralela: Avenida Revolución.
El leitmotiv de este lugar son las casonas del siglo pasado que recrean el universo de la vieja Escandón ahora herido de muerte por las grandes vialidades. El estilo recuerda la vida de la clase media alta que inició su vida en los antiguos terrenos de la hacienda de la Condesa (hoy la embajada rusa) tras la revolución. Si lo tuyo no es el gusto por los detalles, lo tengo que decir, mejor no vayas.
Mis casas favoritas son la marcada con el número 14, un pequeño castillo blanco construido en un terreno tan pequeño que reta los niveles y las proporciones, y la 22, con una fachada sobria y muchos balcones ciegos que evoca necesariamente a Alemania, ya sea por su letrero de la calle Flanz-Flemming o por alguno de los Volkswagen antiguos que siempre están estacionados en su entrada.