En 2003, Kalach dejó de ser un nombre confi nado a los círculos internos de la alta arquitectura y se colocó en la mirada pública al ganar junto con su equipo (Juan Palomar, Tonatiuh Martínez y Gustavo Lipkau) el concurso para la construcción de la magna obra de la administración de Vicente Fox en términos de cultura: la Biblioteca Vasconcelos. A ocho años de su inauguración, el balance de este proyecto sigue siendo desfavorable. Lo que fue concebido como un arca cargada de conocimiento, con estanterías colgantes como racimos de libros en medio de un jardín del Edén, parece en realidad un bastión de cultura elitista que guarda un diálogo muy pobre con las avenidas que la rodean (Mosqueta y Aldama) o el barrio que lo alberga, la populosa Guerrero. ¿No debería una biblioteca pública, en tanto proyecto gubernamental, seguir un principio de máxima apertura para llevar el conocimiento a las masas?
Pese a todo esto, la experiencia de visitar este espacio de 37 mil metros cuadrados es realmente única. Una manera simple de comprobarlo es tomar un libro y leerlo en los sofás en la cabecera norte, que tienen una vista hacia todo lo largo del galerón. Ahí la lectura se mezcla con el espacio y, aunque no quieras, los pensamientos brotan. Un punto obligado de este lugar es la escultura colgante Mátrix móvil, del artista Gabriel Orozco. Se trata del esqueleto de una ballena gris de casi 11 metros, decorado con líneas que simulan olas y ondas sonoras. Esta obra, ubicada en el centro de la biblioteca, resume el espíritu megalómano, suspendido y bello del lugar.