Entrar a este antro del sur de la CDMX es regresar en el tiempo; no porque sea retro, sino por sus muros forrados con cristales, bolas disco que cuelgan del techo y una pista con cuadros de colores iluminados.
La música no es de otra época pues suena pop, y los jueves son de reguetón y hip hop, que parece la antesala de un beat electrónico; sin embargo, no lo es. El ambiente es movido y el espacio entre mesa y mesa te permite bailar al ritmo de las canciones del momento con toda libertad.
Hay que vestir camisa y casi todas las mujeres usan vestido. Hay desde botellas modestas de vodka hasta un coñac promedio; también ofrecen cocteles básicos. La sencillez de la carta es amortiguada por el servicio impecable, apenas se vacía tu vaso cuando alguno de los meseros te ofrece otro.
La planta alta se siente exclusiva y dista un poco del estilo del resto del club, te recomendamos pedir un sitio ahí si prefieres alejarte del canturreo de los temas de moda. En cuanto a las instalaciones, seguro se pueden mejorar los baños. Si bien en el reino de los ciegos, el tuerto es rey, este antro no sobresale por su ubicación, sino por su promesa de hacerte pasar un buen rato sin pretensiones.
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