Entre la música y el bullicio de las zonas más populares de la urbe escuchar las historias de un acompañante en un bar suele ser difícil. El Ziete, al lado de un pequeño parque en la Del Valle, brinda el escenario perfecto para una noche de largas pláticas en un barrio tranquilo. Afuera, una terraza con calentadores y un estacionamiento para bicicletas recuerdan a un típico café europeo, mientras que el interior se asimila a un pub. Decoraciones de marcas de licores, una mesa de futbolito y posters y música de rock ochentero rodean el ambiente en donde conviven tanto imberbes de 15 años que están precopeando con una yarda de cerveza, como treintañeros que fueron a tomar un mojito para regresar temprano a casa.
En este lugar los alimentos son sencillos y casuales, como pizzas, alitas, nachos, papas a la francesa y tapas inusualmente abundantes (aunque podrían mejorar los ingredientes). Uno de los favoritos son los dedos de queso, con el interior derretido a un punto exacto y una cubierta crujiente. También hay platillos vegetarianos, como la hamburguesa de hongo portobello.
Todo esto le da mucho potencial a este lindo e inesperado bar, aunque detalles como que de pronto no saben qué es un vodka tonic le restan puntos. La carta de bebidas y licores es extensa, pero lo más recomendable son las micheladas de sabores como fresa o mango y las cervezas artesanales, como la Tempus o cerveza de barril de Cosaco.
La buena onda de los comensales, la locación y la serenidad del Ziete lo hacen una buena alternativa lejos de la locura de la ruta Roma-Condesa y lo suficientemente cerca de ella como para continuar la fiesta.