El vino y las tapas se matrimonian en Romelia, un hot spot muy de la Roma que promete ser del gusto de la legión alternativa del tercer piso. El lugar es pequeño y muy íntimo, con paredes de ladrillo y luz ámbar.
Ofrecen experiencias diferentes para las noches de martes, con catas de mezcales que incluyen maridaje. El mejor día para ir es el jueves, con dj sets para prender el fin de semana y, de momento, olvidar el día siguiente.
Se cuidó la curaduría de vino y la relación precio/calidad es buena. La selección incluye en su mayoría etiquetas chilenas de la región de Colchagua y Maipo, con un mix de caldos españoles y mexicanos del Valle de Guadalupe. La cocina, el contrapunto de la propuesta, se compone de tapas, montados, tartares y tablas de quesos o carnes frías. La tabla compuesta incluye serrano, salame, pepperoni con un poco de brie, queso azul, fuet, uvas y jitomatitos cherry. Recomiendo complementarla con una tapa, ya sean las papas bravas o el tartare de filete de res, que va con alcaparras y pepinillos.
El negrito en el arroz sería el vino por copeo. Siendo un lugar cuya oferta se centra en el vino, el servicio debería dar información puntual sobre la etiqueta más allá de “es un Merlot chileno”. Además, falta atención en la conservación del vino que ofrecen por copa, pues el vino que probamos no estaba en óptimas condiciones. Así que si vas en plan romancero o entre amigos, lo que conviene es pedir la botella.
En una calle tranquila, Romelia se presta bien para precopear e irse conociendo.