Es el lugar por excelencia para escapar del bullicio coyoacanense (si tienes suerte ni siquiera van a intentar venderte cosas). Como hermano menor de La Celestina, el mobiliario e iluminación de Mezcalero tienen los mismos genes.
Lo mejor que puedes hacer al llegar es pedir una degustación de tres mezcales. El ganador (y el más barato) que probé fue el Celestina, un ensamble de agave espadín con madrecuixe que le puso una sonrisa a mi vida. Otro que recomiendo es Siva de Metate, mezcal guerrerense destilado en barro que tiene un sabor elegante y ligero. Por otro lado, si no te gusta tomar el destilado derecho, recomendamos el maldad, un coctel fresco de mezcal, fresa, hierbabuena y zarzamora.
Nuestra parte favorita: tienen mezcales que no están en la carta y que son una deliciosa rareza. Los destilados con una pechuga de pollo se encuentran casi en cualquier cantina, pero aquí ofrecen los de carne de guajolote o de venado de la marca Mezonte. Sólo pide recomendaciones al “mezcalier” y déjate consentir por él.
Si buscas bajar la fiesta con comida, o más bien permanecer sobrio con platillos ricos, puedes pedir una orden de tacos de tasajo con mole, la carne es suave como una nube, aunque el mole es un mole turístico; es decir, demasiado benévolo y dulce, no esperes enchilarte ni usarlo como remedio para la cruda. Lo que sí es un remedio es el espectáculo de la sopa de piedra. El mesero coloca una roca pasada por fuego dentro de tu caldo de mariscos que convierte tu jícara en un caldero burbujeante.
El pulpo tatemado en axiote es completamente instagrameable y delicioso. A simple vista puede verse pequeño, pero es engañoso. En realidad, salen hasta cuatro tacos bien servidos, y cuando lo combinas con la salsa pasilla, ya no puede faltarte nada en la vida (tal vez sólo una cerveza Buscapleitos). Si te da flojera esperar media hora por una mesita en La Bipo y además buscas comida y bebida de mejor calidad, Mezcalero es el lugar.