A unos días de haber celebrado un siglo de existencia, este lugar se encuentra más activo que nunca. Diariamente ríos de jóvenes cruzan sus puertas para beber sus curados en cubetas de colores.
Se trata de “una pulquería de verdad”, totalmente libre de cerveza y alejada de “esos antrillos que tienen al pulque como un plus”, asegura su administrador, Arturo Garrido.
Entre los mejores distintivos de su tradicionalismo está su botana y la variedad de sus curados, que van desde la fruta de temporada hasta uno de galleta Oreo, especialidad de la casa.
El ambiente no guarda ninguna diplomacia. Estar ahí significa esquivar a un mesero cargado de tarros, eludir sillas para llegar al baño y ensayar tus mejores gritos para pedir otra ronda, pero también se trata de una atmósfera única entre las viejas pulquerías por su bullicio entre las viejas pulquerías, típicamente repletas de gente mayor.
Su horario también es escrupuloso con la costumbre pulquera. A las 7pm es casi un hecho que no habrá qué beber.