La noticia de un bar desconocido en la Roma genera recelo: bien podría ser un lugar de chelas de a litro o un espacio seudokitsch con tragos de dudosa procedencia, pero cuando te enteras de que sus dueños son los mismos de La Clandestina y La Lavandería –dos sitios consentidos de la zona– la confianza es inmediata. Uno sabe, de entrada, que habrá buenos mezcales en un ambiente libre de presunción.
Así es El Palenquito, cuya carta tiene una descripción minuciosa de cada mezcal: el tipo de agave, el proceso de elaboración, la graduación alcohólica y la fecha en que fue producido. Todos son de la misma fábrica de Santiago Matatlán, Oaxaca, creados por el maestro mezcalero Guillermo Hernández.
Aunque eso limita las opciones, son suficientes para satisfacer todos los gustos: desde un reposado con apenas 38° de volumen alcohólico –para aquellos que gustan del destilado rebajado–, hasta un espadín extremadamente maduro, con 54.6° y un sabor fuerte y complejo. Hay que probar los de maguey sierrudo y arroqueño, no tan comunes y altamente deliciosos. También el de tequilana, que sorprende porque, a pesar de venir de la misma planta, no tiene nada que ver con el tequila industrializado.
Para acompañarlos, las chalupitas de lentejas, de tinga o de hongos con maple están deliciosas. Lo que les falla es el queso oaxaca, que no es el mejor y lo sirven frío.
Que se llame El Palenquito no es ocurrencia ni capricho. Desde Oaxaca trajeron las partes de lo que fue un palenque, una fábrica de mezcal con todo y su alambique, y los utilizaron para ambientar el lugar. Discretas lámparas y veladoras complementan la decoración.
La música está a un volumen decente, se puede platicar. La concurrencia es variada: ves al hipster que no le alcanzaba ese día para el Félix igual que a un veinteañero de pinta coyoacanense y a unos cuarentones chavorruqueando. Todos son bienvenidos por Paco, al frente del lugar, y los amabilísimos meseros, quienes sabrán guiarte en caso de indecisión mezcalera. Una buena opción para cuando andes por Álvaro Obregón y tengas ganas de un buen trago pero no de enfrentar ruido ni hordas de modernos.