Para evitar el golpe de calor veraniego, este lugar –que antiguamente era el restaurante Casa Diego– es la opción por su exótica y fresca carta de bebidas. Hombres sin corbata y chicas en leggings, listas para el precopeo, son parte del variado grupo que corea los playlists poperos (que bien podría ser programados en Los 40 principales).
¿Y por qué tan famosito? Lo primero, es que su ubicación es perfecta. Está frente a la Fuente de Cibeles, qué mejor lugar para integrar a su estructura un par de terrazas. Lo segunda radica en su variedad de cocteles, por ejemplo, las margacheves, que saben a lo que suenan, margaritas de sabores fortificadas con chela. Pero, aguas, como vienen en presentación jumbo, se requiere destreza para beberlas.
Si esa mezcla exótica no es para ti, entonces no hay mejor que el martini espresso (suma de espresso, whisky y miel de maguey) o el altamente recomendable shot pepe pepino (caballito con tequila, pepino y escarcha de Tajín). Como la mayoría de las bebidas contiene frutas dulces, que realmente saben a pulpa, entran en la categoría de traicioneras. De ahí que, para no perder la cordura, la siguiente razón para el éxito de Chuchito es básica: la comida.
La carta de alimentos es tan exótica como la de bebidas. Es una combinación de comida mexicana y oriental, de forma que lo mismo puedes pedir costras de camarón, que sushi, tacos de carnitas de pato o dumplings de cerdo. La verdad, con lo que sí me chupé los dedos fue con los camarones empapados, envueltos en finas tiras de papa con aderezo de soya dulce.
Ahora que si andas de comesolo, recurre a los tacos, los de marlín al pastor son imperdibles. En esas estaba cuando comenzó a temblar… y no eran los cocteles. Seguí las indicaciones de los meseros para salir. De vuelta a la mesa, frente a un mezcal Alipús pa’l susto, encontré una buena conclusión al temblor: esa no hubiera sido una mala última cena.