Al intentar averiguar desde hace cuánto existe El Viena con un señor canoso, con la polo bien fajada -y que por la forma de dar órdenes y contar el dinero que entra y sale de la caja registradora, parece ser el capitán de meseros, gerente o algo parecido-, este únicamente suelta un gruñido de fastidio, niega con la cabeza, arruga las cejas y regresa a lo suyo: los billetes y una calculadora en la cúspide de la barra que divide al Viena en dos partes, el tradicional y el remodelado.
“Está medio harto que siempre le pregunten lo mismo, a veces creo que los gays le han de caer mal, pero después de tantos años ¿ya qué hace?” me dice un mesero más joven.
Algunos empresarios de la calle de República de Cuba aseguran que El Viena existe casi desde los primeros años de la década de 1950, y por alguna razón, fue un punto en el que empezaron a reunirse, desde entonces, homosexuales que simplemente querían tomarse una cerveza sin complicaciones ni miradas espantadas de que dos tipos se estén dando besos de piquito de pollo.
Por fortuna, esa tradición continúa en el nuevo milenio: al Viena se va a tomar cervezas en compañía de tu perspectiva de pareja (parece que es un sitio que se presta para eso de las primeras citas), los amigos o las comadres para algunos, y a echarle monedas a una rockola muy bien surtida -en su catálogo se hayan desde los éxitos de Kylie Minogue hasta piezas musicales que han acompañado la historia de la liberación homosexual en México, como Lupita D’Alessio o Lucha Villa-.
Hasta hace muy pocos años, El Viena era una cantina en su definición más sencilla y capitalina: un salón de colores cálidos con mesas cuadradas de formaica, espejos y una televisión que, aunque muchos gays lo detesten, transmite partidos de futbol o funciones de box. Este espacio aún existe y pertenece a la parte tradicional. Lo que pasa es que en algún momento decidieron ampliarlo, pues su demanda de clientes nunca ha decaído, y abrieron otro salón en el que postraron unas plantas y sillones encima de unas estructuras de cemento naranja a lo largo de sus pasillos y de pronto el Viena parece un más un restaurante de bisquets que una cantina gay.
La cervezas van desde los 25 a los 33 pesos, aunque si van con ganas de echar reventón en serio, venden escandalosas yardas que casi tocan el techo a id="mce_marker"85.
Abren desde las 2pm, pero lo divertido empieza por ahí de las 6pm. Van desde chamacos que recién acaban de votar en las elecciones pasadas, hasta maduros de buen ver y uno que otro adulto mayor libidinosillo que ya sólo puede deleitarse con la mirada. Como sea, ligar aquí es bastante cachondo.
Quizás por su ubicación es un lugar al que caen muchos gays extranjeros; no hay nada de chacales go go dancers ni shows travestis; el ambiente se que arma en el Viena a eso de las once de la noche lo hacen los mismos clientes que se ponen a bailar en el primer rincón que encuentren. Lo visitan mayoritariamente hombres, pero las chicas entran sin ningún problema.