Aquellos que ya le perdieron la fe al sur de la ciudad por su sobreoferta de bares cheleros con banda de covers, sepan que desde 2010 hay un lugar en Coyoacán que no le pide nada a los bares de la Roma.
A diferencia de sus competidores, su atractivo principal no son las yardas y las papas. Se toman en serio su oferta culinaria. Hay desde bocadillos como tapas, pinchos y variedad de salchichas y ensaladas, hasta platillos más complejos como el medallón de atún con costra de pimienta rosa, ajonjolí con salsa de frambuesa y jamaica. ¡Y las pizzas! Pide la pablo, hecha de jitomate deshidratado, champiñón y queso búfala de mozzarella. ¿Otra? La Centenario, con deliciosa hoja de santa y nuez.
En cuanto a bebidas, la oferta de cervezas rebasa los 140 tipos, tanto extranjeras como mexicanas artesanales. Entre las imperdibles está la St. Peters Honey Porter, de Reino Unido: oscura, espesa y con un discreto sabor a miel. Pero más allá de su cumplidora carta, Centenario 107 y su mezcla de bar hipifresa-coyoacanero ofrece a los comensales el shot centenario: bomba de midori, vodka y granadina.
El lugar tiene una enorme barra, una hilera de mesas de madera iluminadas por ventanales y, en el centro, dos suertes de grandes jardineras –con todo y arbustos–para que los comensales beban sin la solemnidad de una mesa. Lámparas hechas con cubetas de meta y plantas colgantes en las paredes.
¿Qué conserva de ese Coyoacán clásico? El mood desfachatado que ya no se siente en otras zonas. Si no les da cosa escuchar rock más comercial y música tropical, se la van a pasar bien. No olvides hacer la reservación ya que todos quieren la terraza, su espacio más asediado. Es como un malecón ficticio, incluso cuando hace frío. El único detalle: piden la nota para salir y siempre está lleno.
¡Ah! Como dato, encuentra la pintura del artista fallecido “Escolis”.