Susana (Pamela Almanza) cae de un árbol mientras se encuentra bajo los efectos de una “estrella”. El LSD recorre su cuerpo, sus pensamientos vuelan y su imaginación la traiciona. Comparte el viaje junto con sus amigos Jana (Abril Pinedo), Kalle (Edgar Valadez) y Antón (José Juan Sánchez) que, pese a sus esfuerzos, no pueden hacer nada por salvarla.
A partir de su muerte –voluntaria o no–, la vida de estos tres personajes cambiará. Sus antiguas certezas les parecerán lejanas y lo que compartían estará roto. Son extraños que se hieren unos a otros y a sí mismos. Volverán al bosque que fue testigo de sus aventuras con las “estrellas” y regresarán para entender qué fue lo que los llevó hasta ese punto.
Susana asume el rol de narradora, una muerta que es testigo de cómo sus amigos enfrentan su ausencia, en una escenografía austera pero indispensable: una estructura de madera se constituye como árbol, lavadora o cualquier otro elemento que los personajes requieran. Muy al estilo de Hugo Arrevillaga, su director. No es necesario más, los actores tienen la maestría para llevarte por la historia. Lo mismo pasa con la iluminación y la música casi nulas, pero suficientes para agregar una contundente fuerza a las escenas que lo demandan.
Todo esto bajo la dirección de Arrevillaga, para quién los textos de la dramaturga Anja Hilling no son ajenos, pues ya ha llevado a escena Mi joven corazón idiota (2006) y Sentido (2011).