Una de las mejores franquicias de fast food que ha llegado al país. Bueno, ellos insisten en que no son “un restaurante de comida rápida”. Se refieren a la preparación, porque el consumo de sus alitas siempre es voraz, atascado, como se debe. Originales de Texas y orgullosos ganadores del Festival de Alitas de Buffalo, presumen haber alcanzado una cifra de ventas a nivel mundial que se antoja monstruosa, pero como quiera se antoja: más de dos billones de alitas (suponemos que en inglés, “billion”: mil millones en español).
En la ciudad ya hay diez sucursales de este gusto culpable de todos nosotros: sí, somos fans de las alitas de pollo, podríamos comerlas días enteros.
Hay nueve diferentes sabores que cubren ese abanico de especias, picantes y condimentos adictivos que hacen que las alitas vuelen… es decir, del plato. Sus dips son cremosos y contrastantes con el sabor de las extremidades pollunas. La decoración del local es con motivos de aviación, retro con aires cool. El servicio es rápido a pesar de sazonar cada alita al instante. ¿Qué se bebe? Refresco… ¡no… sólo bromeamos!: cerveza, por supuesto. Hay nacionales e importadas.
Y ya, que no se puede seguir escribiendo con los dedos embarrados…