Érase una vez un restaurante con una panadería cuyo pan era tan bueno que toda la gente lo comía. Ovaciones lo llevaron a abrir un estrechito local en la Roma, rústico y sofisticado a la vez. Su luz dulce y el alegre jazz en el aire reflejaban el sabor candoroso de sus panes. Pero no era suficiente tener los mejores pains au chocolat de la ciudad; no eran suficientes sus roles de ricotta ni sus delirantes berenjenas a la parmesana. Tampoco sus decentes precios o uno de los mejores americanos de la zona. Hacía falta espacio.
Nada puede dar más gusto que algo de calidad llegue a más lugares. Abrir otra panadería ya parecía inevitable. Fue así que la chef Elena Reygadas, una de las mujeres más aplaudidas en la gastronomía de la ciudad, abrió otro espacio en la Juárez, a unos minutos de sus otros locales.
La nueva Panadería Rosetta es muy atractiva. Pisos blanquinegros, candelabros oxidados, barras con asientos de cuero negro. Techos altos y paredes que entremezclan unos supuestos frescos deslavados con otras de grandes ladrillos expuestos. El centro de la panadería son unas vitrinas que seducen a cualquiera, con panes mostrándose en todo su esplendor. El antojo es la mejor brújula aquí, pues no hay nada que sea malo.
Además de la barra, también hay una terraza de piso de piedritas con mesas metálicas y un segundo piso más íntimo. Lo único que le cambiaría sería la música de éxitos recientes de pop por el jazz que ponen en la de la Roma.
Ofrecen café, un muy buen americano, y tés como el chai rojo y el negro. En cuanto a otros platillos, también hay quiches y sándwiches como el de provolone y chorizo seco o el de pato con chutney. En general, la carta se mantuvo igual con excepción de que aquí hay jamón de pavo para los sándwiches.
Una vez que vayas, algo es seguro: regresarás.