Entre más grasoso, más sabroso: llégale con todo a estos puntos de la capital mexicana. No olvides probar la comida reconfortante, las mejores taquerías y las mejores hamburguesas.
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La fila de este puesto de tortas de chilaquiles es una declaración de amor a la garnacha. Cada fin de semana, la esquina de Tamaulipas y Alfonso Reyes se abarrota por sus feligreses, quienes esperan hasta media hora por esta delicadeza callejera.La clásica lleva milanesa, chilaquiles (rojos, verdes o campechanos), crema y queso. También recomendamos la de cochinita pibil. Una joya imperdible para los valientes sin miedo a las bombas calóricas.
La concepción de un taco campechano no vuele a ser la misma después de probar la especialidad de Tacos Beto: los tacos de cochinada. Descansa sobre la tortilla una dosis de longaniza, bistec y chicharrón; entonces llega el momento de decidir: ¿Con cochi o sin cochi? “La cochinada” es la receta secreta, una mezcla negra que presume ser de los residuos grasosos de la carne, la cebolla y la longaniza quemados; esto es lo que hace de estos tacos todo un acontecimiento. No importa la cantidad de calorías, si lo bañas con la picosísima y bien sazonada salsa roja, morder el taco se convierte en una experiencia religiosa. La cochi es lo que hace de Tacos Beto la parada obligada para bajar la borrachera después de la fiesta o el paraíso de los amantes de los tacos.
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Cuenta la leyenda, que el emoji que junta el dedo índice con el pulgar nació cuando un trabajador de Whatsapp probó estas flautas, las mejores del DF y quizá de la galaxia. Día y noche, el Rey de las Ahogadas recibe a sus súbditos de la Del Valle para servir su especialidad: flautas crujientes espolvoreadas con queso dentro de un plato hondo con salsa verde caliente. Las favoritas: res, pastor y queso. Sólo un mexicano puede entender el sabor reconfortante, alquímico, de la salsa con grasa. Por eso, el lugar es una parada favorita de la gente para curarse la cruda. Eso sí, el rey dicta el tempo de la comida –lentísimo—, así no te hagas de la boca chiquita y pide en una sola orden todas las que te creas comer. Este palacio de la garnacha del DF no acepta tarjeta, así que lleva efectivo, aflójate el cinturón y prepárate para el festín.
Para los lugareños de Avenida Toluca, “El Secreto en la Montaña” no es otra cosa más que un puesto callejero que ofrece los mejores tacos de milanesa de esta ciudad. Los tamaños desproporcionales y los precios ridículamente bajos de este puesto son la única excusa para conocer Avenida Toluca y alejarte de la civilización. Eso y el doppelgänger de Pedro Almodóvar que cobra las cuentas.Tip: Haz fila, si no quieres morir en Avenida Toluca.
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La quesadilla, ese delicioso platillo que los defeños supimos mejorar agregándole otros ingredientes además del que la bautiza. Pero, ¿cómo hacerla todavía más increíble? En los noventa, los de Las Jirafas dieron con la respuesta: quesadillas gigantes. Con 45 centímetros se ganan su adjetivo a pulso (si no tienes cinta métrica a la mano, estira el brazo y del codo en adelante imagínate tu quesadilla). La de costilla con tocino y queso es especialmente atascada, pero puedes armar tu propia combinación. Para acompañar, las cervezas vienen en medida acorde a los platillos: yardas.
El sistema de fast-food más rápido del mundo es mexicano. Se llama tacos de canasta. Consiste en, hum... una canasta llena de tacos. El chiste es que ya está todo hecho: llegas, ordenas y en menos de un minuto estás mordiendo tus tacos. Pero si crees conocer de tacos de canasta, debes ir a estos. Han estado aquí desde 1971. Sus aciertos: de entrada, el tamaño. No son esas dobladitas exiguas que te sirve el bicicletero. Aquí son tacos de considerable tamaño y sazón. El de chicharrón es tan rico y grasoso que como pecado va de la gula a la lujuria. Lo mismo el de carne deshebrada. El de papa refrita se acompaña de esa salsa de chicharrón y chile morita que viene en la mesa y entonces lloras. De felicidad.
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Los godínez necesitamos cosas para sobrellevar la vida, pequeñas alegrías para olvidar el encierro. Para los de Polanco, El Turix es una de ellas. Todos los días, decenas de kilos de cochinita en formato taco, panucho o torta son engullidas por los oficinistas que circundamos con antojo el Parque Lincoln. Es tanto el éxito de su cochinita, que la gente hace la fila felizmente a sabiendas de que: uno, el dueño seguramente estará enojado, y dos, lo más probable es que les toque comer parados junto a las barras metálicas del local. El aroma a grasa y especias envuelve la espera hasta llegar frente del caballero tras el aceite marrón y burbujeante donde se fríen los panuchos. Su técnica taquera bien podría competir por el récord mundial en fast food. Lo sirve con la tortilla un poco mojada –sacrificio por la velocidad– y la carne chorrea adobo, sin estar sobrecondimentada. Remata con cebollita morada y el gancho para hacerlo un knockout es su salsa de habanero: picor que despierta el cerebro. La gloria. El local es pequeño y a lo más que ha aspirado su higiene es gel antibacterial a la entrada.
No tiene sillas, uno come parado –debiéramos decir: arrimado– en la banqueta. El maestro taquero orquesta un micro circo de dos pistas: en la primera hierven, en aceite, el suadero, la tripa, la longaniza. En la otra se cocinan, al vapor, la cabeza y sus derivados: el cachete, la lengua, la trompa, el ojo. Este lugar es una leyenda secreta de los tacos callejeros. Sólo para cerciorarnos de su poderío, volvimos a probarlos para esta ocasión: son indiscutibles. El suadero es jugoso, suave, perfectamente sazonado. El cachete está en su punto. La longaniza es un poema. Las salsas pican pero no ofenden, realzan el sabor de la carne, no lo sepultan. Quizá el mejor suadero del DF. Tip: Entra a la cantina de junto, Los Portales de Tlaquepaque, bebe a placer y, como botana, pídete unos tacos de suadero con todo. Te los traen de aquí.
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