Carlos Monsiváis fue quizá el amigo que todos hubiéramos querido tener y con el cual compartir, aunque sea una vez, esas famosas tardes de películas y charlas entre libros y gatos que relatan sus más cercanos amigos y contemporáneos. Actualmente, tenemos la oportunidad de sentirnos comensales del escritor gracias al Museo del Estanquillo, que se ha convertido en la extensión del cronista contemporáneo de la ciudad de México.
En las tres salas que conforman el Estanquillo —nombre de las tienditas en las que se podían encontrar todo tipo de objetos— se exponen fotografías, maquetas, pinturas, esculturas, carteles, textos, cartas, miniaturas, grabados, comics, boletos y afiches de la colección conformada por más de 20 mil piezas, a través de las que se refleja su gusto por la cultura popular y describen las dos acciones irrenunciables para Monsi: ver cine y leer.
Las diferentes exposiciones temáticas consiguen acercarnos a momentos significativos del escritor y de la identidad de lo mexicano de una manera lúdica y poco solemne. El recorrido nos lleva igual a las butacas de cine o a stills de rumberas en tamaño real.
Ya en la terraza, además del deleite que representa la vista panorámica del Centro Histórico, el espacio se vuelve foro para actividades infantiles, obras de teatro, presentaciones de libros o talleres de manualidades. Todo totalmente gratuito.
En la sala de lectura se encuentra uno de los objetos más significativos: la gaturna, urna con forma de gato —ser idolatrado por Monsiváis— en la que se hallan sus cenizas. La urna fue realizada y donada por el artista oaxaqueño Francisco Toledo, uno de los tantos amigos del escritor. El edificio que fuera la joyería más elegante del porfiriato es ahora un homenaje a la cultura popular de la ciudad.