orgías en el DF
Ilustración: Yessenia Zendejas
Ilustración: Yessenia Zendejas

Orgía en la CDMX

Nos internamos en una fiesta masiva underground para hombres de mente abierta y espíritu libre

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La palabra "orgía" siempre es usada para expresar desprecio o vulgaridad, pero eso no quiere decir que este tipo de reuniones no existan. Más allá de los baños de vapor o los clubes swingers, la ciudad ofrece una gran variedad de fiestas para heterosexuales, bisexuales u homosexuales, que se mantienen en el anonimato para que sus asistentes no sean juzgados.

En esta ocasión, nos dimos a la tarea no sólo de buscar uno de estos banquetes carnales, sino de asistir para ver lo que ahí sucede.

Banquetes Carnales

Las orgías exclusivas para homosexuales en la Ciudad de México no son un asunto nuevo. La diferencia es que, con la llegada del nuevo milenio, abandonaron las cavernas urbanas para acercar a nuevos integrantes ya que, después de varias sesiones, los invitados eran los mismos de siempre (más el amigo del amigo, que al tercer fin de semana ya era amigo de todos). Se convertían en reuniones para tomar el té en las que los asistentes sopeaban las galletitas de mantequilla en calzones o desnudos.

Hoy son muchas las fiestas que se anuncian gracias a la versatilidad de las redes sociales. Viendo perfiles de vatos cachondos, ligando por aquí y por allá, di con la fiesta Go Crazy, en un departamento cerca del Centro Médico. Por las redes sociales conseguí la dirección exacta, puesto que no tienen un letrero neón que pueda verse a cuadras de distancia.

Para entrar al edificio tuve que tocar el timbre y, tras una revisión mediante un sistema de circuito cerrado, se abrió la puerta en automático. Identifiqué el departamento por una delgada cuerda de luces tipo Navidad. Al entrar, siempre hay alguien que te da la bienvenida, generalmente un morenazo sabroso, de esos que te recuerdan por qué hay que consumir testosterona hecha en México.



En el recibidor debes pagar, entre semana, de $60 a $80 y viernes y sábados entre $100 y $120 (la cuota de recuperación varía dependiendo la fiesta). Con la entrada recibí una bolsa en la que deposité mi ropa, mi cartera y lo más importante: mi celular, ya que no está permitido acceder con ningún dispositivo.

Al cruzar la cortina está la sala, en cuya pantalla central se transmiten videos que incitan al deseo. Digamos que es el lugar para ir entrando en confianza; ahí la plática es menos jadeante, aunque ya entrada la noche los sillones se convierten en una mueblería lujuriosa.

Es común que después de la medianoche te encuentres a parejas o tríos como si estuvieran audicionando en un casting porno. Los asistentes son hombres de todo tipo, desde los que parecen extras de un show tipo Sólo para mujeres hasta los que caben en el consenso de comunes y corrientes. Esta fiesta es como Sodoma y Gomorra, pero sin mujeres, con mejores cortes de cabello y sólido piso de linóleo que desprende un olor a pino del bosque, que en conjunto con los aromas de desodorante y tabaco, es un afrodisiaco urbano para el olfato.

Al principio puede ser un poco intimidante, pero nada que una cerveza o un vodka tonic no puedan aminorar. El lugar posee dos recámaras divididas por un pasillo en el que se encuentra el sling (el famoso columpio leather), que es muy solicitado, sobre todo los fines de semana en los que el ruidero de las cadenas de metal zangoloteándose es parte del soundtrack. Uno de los cuartos es oscuro, con unos resistentes camastros, y el más concurrido; ahí el ambiente es lo suficientemente sofocante como para contagiarse de fogosidad.

Conforme la luz exterior se va diluyendo, siento cómo una llovizna de caricias empieza a caer sobre algunas partes de mi cuerpo, mientras el sonido de besos tronados se va haciendo más fuerte. Hay que tener algo de descaro para animarse a conocer el otro cuarto: decorado con cierto fetichismo barroco, en colores rojo y dorado, cuenta con un enorme espejo totalmente iluminado en el que se refleja con lujo de detalle todo lo que ocurre en el colchón de la habitación tamaño doble King size.


Veo cómo dos parejas a las que se les da bien el voyeur hacen gala de sus mejores piruetas; la mayoría no se concentra en lo suyo por verse en el espejo, pero eso es parte de la diversión. El espacio cuenta con dos baños con regaderas y ofrece suficientes condones. Contrario a cualquier idea, es un lugar absolutamente limpio y hay seguridad garantizada en todos los sentidos.

Como en cualquier fiesta, encuerados o no, los malacopas siempre serán llamados a guardar cierta compostura, o de plano a dejar la fiesta. Tranquilos, el ambiente es muy alivianado, todos conviven sin broncas.

Desde luego hay reglas de sentido común, como respetar el "no" del resto de los invitados y el no estar obligado a hacer nada que no quieras con quien no te prenda. Penado hacer numeritos innecesarios.

Hay que tener un buen control de los prejuicios en fiestas como las del Go Crazy. Si eres de los que se preocupan más por las formas que por el fondo, probablemente no son para ti.

Las orgías son fiestas en las que todos están invitados, pero que se mueven bajo la lógica de una reunión privada. Se necesita de un espíritu libre y mente abierta para asistir a estos banquetes.

FB: GO CRAZY UNDERWEAR

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