Doña Catharina de Erauso
Foto: Cortesía Wikimedia Commons
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Doña Catalina de Erauso (Monja Alférez) en la Ciudad de México

Conoce a la monja y primer hombre trans del siglo XVI que vivió en la Ciudad de México y fue perdonada por el papa Urbano VIII

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En la solitaria calle detrás del templo de San Diego, aguarda impaciente Erauso con una espada. En una carta retó a duelo a un caballero que no le permite la entrada a su residencia, pues el caballero está celoso de que su esposa pase más tiempo con Erauso que con él. De pronto un hombre entrega una misiva para el paciente caballero, en ella un mensaje: “Deje el desafío para los hombres y mejor encomiéndese a Dios, que la guardase muchos años”. Doña Catalina de Erauso hierve de ira al leer la carta.

Doña Catalina, fue una monja que se vistió de hombre para escapar de un convento en España. No era de rasgos femeninos, por eso su disfraz era convincente. En todo momento la creyeron hombre, desde su lucha con los mapuches en Chile hasta su encarcelamiento en Perú por huir de una condena a muerte en Bolivia. Sólo en Perú se supo que era mujer, y sus aventuras trascendieron fronteras. Pese a las críticas, el papa Urbano VIII encantado con sus historias no sólo le concedió el perdón, sino que le permitió seguir vistiendo como hombre.

Catalina dejó atrás las aventuras y así llegó al Virreinato de la Nueva España, en el que creó un negocio de trasporte de mercancías entre Veracruz y la Ciudad de México. Una vez transportó a una hermosa mujer de quien se enamoró, pero la rechazó para casarse con un hidalgo.

Erauso y la doncella aún se frecuentaban en la ciudad, por eso el hidalgo caballero le negaba la entrada a su casona. Tuvo que de pasar mucho tiempo para que sus amigos pudieran hacer un trato entre el hidalgo y Catalina.

Semanas después, por cosas del destino, mientras caminaba sobre la calle detrás de San Diego (hoy Balderas), mismo lugar en donde citó batirse a duelo, encontró al hidalgo peleando a espada y broquel con tres hombres. Erauso acudió al rescate del celoso hidalgo y con espada en una mano y daga en la otra ganó la batalla contra los bandidos. El caballero estaba a punto de agradecerle cuando le dio la espalda y solo mencionó: ¡Señor hidalgo, como antes! Y Catalina volvió a aplicar la ley del hielo.

Esa fue la última aventura de la varonil mujer pues en 1650 le alcanzó la muerte llevando una mercancía a Orizaba. Fue el funeral más sonado de su tiempo, había muerto la singular monja alférez, mujer que se vestía de hombre y que aparte de llevar disciplina religiosa, se admiró su coraje y valentía. El mismo Juan de Palafox, obispo español, quiso enterrarle en Puebla pero sus restos reposan en Veracruz y se le recuerda con un monumento en Orizaba.

Espalda del Antiguo Templo de San DiegoCentro Cultural José Martí. Doctor Mora 1, Centro. Metro Hidalgo.

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