Yayoi Kusama nació en 1929 en la ciudad de Matsumoto, donde sus padres trabajaron en la producción de semillas. En un escenario similar al experimentado por Louise Bourgeois, las infidelidades conyugales de su padre tuvieron un impacto en ella.
"Mi papá tenía un montón de amantes y tuve que espiarlo por mi madre. Debido a que mi mamá estaba tan enojada, hizo la idea del sexo muy traumática para mí. Mi trabajo, incluyendo los espectáculos de desnudos, siempre son un intento para superar esa mala experiencia. Todo mi lenguaje visual proviene de las alucinaciones que veo desde mi infancia", comenta.
La joven Kusama encontró un escape de la vida familiar en el arte y estudió, entre 1948 y 1949, la pintura tradicional japonesa Nihonga. Sin embargo, esta disciplina estricta y la relación jerárquica entre el maestro y el alumno, no se ajustaba a la mentalidad independiente de Kusama. La artista optó por experimentar con su propia pintura, una determinación que impulsó y, posiblemente, a veces obstaculizó su éxito.
Las primeras obras de Kusama mezclan los estilos de la pintura tradicional japonesa con influencias occidentales (a través de los libros de arte y revistas de Europa y Estados Unidos). El interés particular en la obra de la artista estadounidense Georgia O'Keeffe, llevó a Kusama a mudarse a Estados Unidos. "Primero vine a través de una imagen tomada por ella, que fue publicada en un libro de imágenes de huesos de animales en el desierto", recuerda Kusama. "Pensé que eso era maravilloso y quería comunicarme con ella".
Kusama fue a la embajada estadounidense en Tokio, obtuvo la dirección de O'Keeffe y le envió una carta con algunos de sus dibujos, dando como resultado una larga correspondencia entre las dos artistas.
A mediados de los cincuenta, Kusama exhibió con éxito su trabajo en Japón, pero ya había decidido que Nueva York era el lugar para seguir su carrera. A pesar de que no conocía a nadie, se mudó allí en 1958. Con el uso de repeticiones, una pincelada curva y trabajando obsesivamente, Kusama cubrió lienzos y otras superficies con patrones de cuadrículas abstractas conocidas como Redes infinitas. También cubrió muebles y otros objetos con protuberancias fálicas blandas que llamó Obsesión de sexo, de forma similar tapó objetos con pasta seca en su serie Obsesión por la comida.
Los lunares de pintura (su firma, décadas antes de Damien Hirst) también se convirtieron en una práctica recurrente. Kusama asegura que estas obras fueron impulsadas por sus alucinaciones. A pesar de sus problemas nerviosos, siempre han nutrido su arte (en términos analíticos, la artista se sumerge en el proceso de repetir lo que teme, con el fin de destruir tanto sus miedos como a ella misma). Esos trabajos, que rápidamente comenzaron a hacerla notar en Nueva York, también armonizaron con experimentos en el expresionismo abstracto, el arte conceptual y el minimalismo monocromático.
"Mi madre hizo la idea del sexo muy traumática para mí."
En Nueva York, Kusama era muy pobre. "En ocasiones tuve que buscar cosas para comer en la basura", recuerda la artista, quien pasó a formar parte del mundo del arte vanguardista. Frank Stella, Joseph Cornell y Donald Judd fueron algunos de sus amigos y expuso a su lado. Influenció a sus contemporáneos más famosos, como Claes Oldenburg y Andy Warhol.
Al igual que Warhol, la japonesa era a la vez tímida y una astuta publicista. Se ponía su mejor kimono para aprovechar al máximo su "exótico" estatus oriental y asegura que fue fotografiada en las fiestas con la gente adecuada.
Ella también comercializa sus eventos, películas y otras obras, incluyendo sus diseños de moda no convencionales mediante la creación de Kusama Enterprises en 1969, una tienda de ofertas que se mantiene con fuerza. Su estudio incluye una sala llena de bolsas, camisetas y ediciones limitadas. Como Warhol, Kusama prefiere ser la orquestadora de los acontecimientos en lugar de una participante.
A mediados de los sesenta organizó performances experimentales y presentaciones sociopolíticas que incluían orgías en las que la artista pintaba bailarines desnudos con puntos. "Algunos de los happenings de desnudos en Nueva York fueron una protesta contra la guerra de Vietnam, porque el cuerpo humano es demasiado hermoso para ser asesinado de esa manera. También hubo algunos contra los impuestos, porque el nudismo no cuesta dinero."
Al final de los sesenta, esta intensa actividad cobró su precio en Kusama. No sólo estaba mentalmente agotada, sino que la actitud había cambiado. La artista había comenzado a ser vista como sobreexpuesta para llamar la atención.Un viaje de dos meses a Japón, en 1970, reforzó esto cuando su intento de organizar presentaciones ahí se encontró con una respuesta poco entusiasta. La mayoría de los japoneses en ese momento eran incapaces de comprender sus ideas acerca de la desnudez y el amor libre. Sin embargo, Kusama fue capaz de construir su carrera internacional de nuevo, incluyendo el éxito como novelista y poeta, tras su regreso definitivo a Japón en 1973.
La capacidad de Kusama para incorporar diversos extremos la hacen tan interesante. Pocos artistas contemporáneos se han adaptado a un trastorno psiquiátrico (Kusama continúa recibiendo medicación en el hospital en el que vive) como parte de una carrera exitosa.
Kusama ya no puede protestar físicamente, pero su fe en el arte como medio de expresión política y personal sigue fuerte y parece cada vez más relevante en la actual ola de protestas internacionales. "Los artistas deben protestar todo el tiempo, porque hay muchos problemas en el mundo con la democracia y los derechos humanos, así como una gran brecha entre los ricos y los pobres. En Japón se presentaron cambios políticos y sociales en las últimas décadas, todavía lidiamos con el terremoto de 2011. Por eso, apoyo a los artistas más jóvenes con donativos de dinero y con trabajo en las fundaciones culturales", comenta.
A pesar de nuestras preocupaciones por la resistencia de Kusama, al final de una tarde de entrevistas, todavía se encuentra entusiasta. "Estoy muy conmovida por su visita. Es importante ser capaz de comunicarme a través de mis pinturas", añade la artista. Dada la fragilidad de su salud, tanto física como mental, me pregunto: "¿Aún disfruta ser famosa?". Debería saber su respuesta: "Por supuesto, ¡me gustaría ser más famosa!".
Obsesión infinita. Museo Tamayo. Mar-dom 10am-6pm. $19. Del 26 de septiembre al 18 de enero 2015.