Es un museo taurino pero no tiene nada que ver con la matanza de toros. “Faena” del latín “facienda” que significa “cosas que hay que hacer” nos deja en claro que una cosa que hay que hacer es visitar esta cantina-museo taurino que junto con El Bar Mancera -a sólo una puerta de distancia- son consideradas dos de las cantinas más antiguas y tradicionales del Centro Histórico de la Ciudad de México. Eso sí, mientras el Bar Mancera conserva el espíritu de hombre elegante de los años veinte con monóculo y whisky en mano, La Faena, sin afán ni pretensión de modernizarse, da paso al descascaramiento de los pósters taurinos, las vitrinas de trajes de luces que decoran el lugar y; permite que convivan tranquilamente teléfonos de madera empolvada de inicios del siglo XX con sillas y mesas de plástico, la caja registradora que triplica la edad de los asistentes más jóvenes, óleos de temas taurinos y un altar a la virgen de Guadalupe que está enmarcada por una serie de foquitos que se pudo haber escapado de algún árbol navideño para alumbrar la vitrina guadalupana.
Ambos lugares comparten ubicación en lo que fue el Palacio del Marqués de Selva Nevada y que a finales del siglo XIX se adaptó todo el interior para dejar en el pasado a los marqueses y transformarse en el Hotel Mancera. La Faena se fundó en 1954 y fue el lugar de reunión de los integrantes de la asociación mexicana de novilleros, razón por la que ahora ostenta el título de cantina-museo taurino.
La carta de comida y bebidas es de lo más variado de la zona y bien se puede ir sólo a degustar la comida que Eudoxia Hernández, con más de treinta años a cargo de la preparación de los alimentos, cocina en el momento y con las recetas originales. La sopa Azteca y el molcajete de carnes son clásicos. En el apartado de bebidas, a pesar de que ofrecen una amplia selección de Brandys españoles, vinos, mezcales y vodkas, la de la casa es la cerveza oscura de barril servida en su tradicional bola de cristal y acompañada de la botana, también de la casa que un día puede ser caldo de camarón, otro sopes o chicharrones y si tienes suerte, unas deliciosas quesadillas de papa.
La rocola que está en medio del salón tiene desde éxitos de la época de oro como Agustín Lara hasta las cumbias típicas de la Sonora Dinamita o Los Ángeles Azules, pasando por Roberto Jordán y Johnny Laboriel. En una sola noche puedes ver tanto a mujeres entaconadas, hombres con sombrero y accesorios de charrería, como al DJ en turno o el grupo tropical encargado de ambientar con cumbias en vivo.
Carlos Monsiváis conocía bien La Faena y algunas veces se han dado cita Diego Luna o el boxeador Rubén El Púas Olivares. La variedad es lo que predomina en el restaurante-museo taurino La Faena. La caja registradora es el método de cobranza, así que evítate preguntar por terminales para tarjetas de crédito, aquí es a la antigüita.