Cuando La Bipo abrió en Coyoacán por allá del 2007 con toda su onda estética a la mexican curious contemporáneo, muchos pensamos que la “invasión condesera” al barrio hippie de la ciudad era inminente. Pero la verdad es que eso nunca ocurrió. Contrario a “invadir”, La Bipo comenzó a influir de manera positiva en temas de diseño y propuesta en sus vecinos, dándole nuevos bríos a las noches del viejo Coyo. Y el local de Malitzin 155, se convirtió pronto en lo que es ahora: un lugar emblemático.
Cinco años después, La Bipo por fin decidió extenderse a otras zonas. La Roma, para empezar. La teoría, nos dice que colonia y concepto son el uno para el otro, aunque estamos los tercos que pensamos que aunque sea lo mismo, no es igual…
Con lo anterior, de ninguna manera quiero decir que haya ni el más mínimo error en esta sucursal, próximo destino del precopeo de toda la clientela de El Imperial (que está a dos pasos): la arquitectura de la casona en la que está instalada, es ya por sí sola sorprendente. Amplio, pero cálido, el espacio tiene el beneficio de contar con espacios interiores para fumar y la decoración –llena de muebles vintage- te da la sensación transgresora de que estás chupando en la sala de tu abuelita. El menú es el mismo, por lo que los frijolitos meneados, las tostadas de atún fresco y las inigualables papas “mi jefita” –que rebozan en una mezcla de chiles picantitos, pero no demasiado, con limón, paprika y aceite de olivo- están disponibles al igual que la famosa “promoción” de mezcal más chela por 60 pesos.
Incluso la rocola gratuita está ahí. Pero hay algo, una sensación para los que somos aferrados, de que se está ante la torre Eiffel de La Vegas y no de la de París. Este nuevo lugar seguro nos dará grandes noches, pero –si me preguntan- esta cantina es otra, una nueva que promete, sí, pero que no es del todo La Bipo. La Bipo, la mera mera, sigue estando en Coyoacán.