Sobre Citizen Kane me preocupaban dos cosas: su ubicación y su nombre. Lo primero, porque Avenida de la Paz —refugio clásico de los noctámbulos sureños— suele tener una vida nocturna activa, pero irregular en calidad. La posibilidad de que este bar/antro fuera malo, era un volado temible.
Mi segunda preocupación reforzaba la primera. Citizen Kane es una de las joyas más brillantes de la historia del cine y si el lugar, tan atrevido para ostentar ese nombre, no resultaba bueno, ardería Troya en mi interior.
Por suerte, no fue así. Citizen y Kane (el primero un bar y el segundo un antro dentro de ese bar), resultaron una sorpresa positiva, sobre todo para los fresas sureños de más de 25 años.
Citizen, con una decoración súpergringa de los años veinte, tiene ese toque decandente-glam de la época de la Prohibición que nos tiene encantados a todos últimamente. Sus paredes de ladrillo con simulaciones de anuncios viejos pintados en ellas y su luz baja, recuerdan el imaginario de la noche de Chicago y Nueva York. Es perfecto para la cena y el precopeo.
La especialidad de la casa es, naturalmente, americana. El skirt steak, jugoso y suave, es excelente, pero en general basta con unas alitas para acompañar cocteles frescos como el jebediah (pepino, albahaca, extracto de uva y mezcal) y el jimmy gin (gin tonic con miel de agave y romero).
La música electro permite la charla, pero va empujando a todos al baile y es ahí cuando la dualidad del sitio entra al juego. Si los ánimos fiesteros ya están encendidos, no tienes que irte, sólo debes moverte un poquito y dejarte llevar a Kane, la parte antrera, donde los djs cobran muchísima más fuerza y donde hay todo para que la noche se vaya como agua.