De sólo caminar por Revolución y pasar junto a este local se siente la necesidad de voltear de nuevo. Sayulita es un respiro en medio del estereotipo de restaurantes de dudosa calidad en su avenida. Una zona que –a paso de tortuga– florece con propuestas como Eloise, Titania y Smokey’s Burger House.
El espacio es atractivo, con paredes verde aqua, mesas de madera y una ventana hacia la cocina en donde preparan delicias del mar. Todos los tacos se hacen con tortilla hecha a mano y, en verdad, hay que pedirlos. La estrella de la casa es la costra de marlín: chicharrón de queso, marlín y aguacate envueltos en una tortilla de harina. La sorpresa fue el taco de carnitas de pescado. En realidad, nunca he sido entusiasta ni de las carnitas ni de lo que antes tuvo escamas. Pedirlo fue un misterio venturoso. Un poema marino enrollado que agradaría incluso a quienes ni por error dejan que algo del océano caiga en su boca.
Entre los platos fríos, el aguachile es una buena decisión. Los camarones son del doble de tamaño de los de otras marisquerías y su jugo tiene la sazón más correcta para abandonarse en el sublime ardor del picante. Para desenchilarte puedes pedir cervezas, clamatos, mezcales, aguas locas o refrescos. Ya que la pidas, seguramente habrá más rondas.
El fenómeno de las marisquerías en el que las sobremesas se vuelven infinitas no exenta este lugar. Más bien lo propicia su cordial servicio.
Lo único que reprocho es que cierren tan temprano, pues no se puede ir a cenar. En fin, la costa en este huequito de San Ángel es tan relajada como siempre.