De lo francés a lo mexicano y de regreso, esta casa afrancesada retro-cincuentera, es perfecta para una comida tempranera de fin de semana, esas que cada vez más se dejan de llamar almuerzo para ser nombradas “brunch”. Pequeño, acogedor, con unas pocas mesas sobre la banqueta y un espacio más chico en el interior dominado por un sofá rojo, ostenta una decoración igualmente ecléctica, con aires bohemios: mucho color menta, ondas naturales, tipografías chispeantes. Todo atendido por la simpática Belén. Aquí anotamos: la terraza puede ser un poco ruidosa, lo ideal es colarse hasta la mesa de adentro… pero suele estar ocupada. Para abrir boca, echa a un lado la culpa calórica y prueba los cupcakes o el “pain de nutella”: te traerán de vuelta a tu infancia, querrás comer más, te acordarás de ellos cada que vengas a este sitio. Ah, la dulzura.
Pero entendemos que no todo el mundo se engolosina. Para ellos, están las baguettes, ciabattas y panninis. El pan –de elaboración propia– le da un toque especial, fresco, crujiente, aromático. Y como a fin de cuentas estamos en México y no en Francia, aquí se desayunan chilaquiles.
Y de beber, disfruta un lassi: agradable es la sorpresa de encontrarlo en la carta: por lo común sólo se halla en sitios de comida hindú… aunque pensándolo bien, encaja aquí a la perfección en esta licuadora de estilos.
Pero el pecado acecha a la vuelta del menú: galletas, muffins, pasteles, tartas. ¡Trufas de chocolate belga! Dos recomendaciones: el strudel de plátano y los scones de chocolate. Y ya, una vez disfrutadas estas delicias, puede venir el merecido coma diabético con toda confianza.
Ofrecen servicio de catering y de cenas por encargo. Y también, durante la semana hay platillos y menú especial.