Si lo que quieres es vivir una experiencia culinaria impecable, Jaso es el lugar indicado. Su arquitectura logra crear diferentes ambientes que funcionan para comidas casuales, juntas o eventos empresariales. De entrada, un jardín vertical interior te hace olvidar la vida citadina desde el momento que llega el mesero a consentirte como si fueras el único cliente del lugar. Parece que estás fuera del DF.
El menú está en constante cambio acorde a los ingredientes de la época y a lo que el chef Jared Reardon encuentre en la Central de Abastos. Los meseros, perfectamente bien informados, te pueden hacer recomendaciones para hacer la mejor elección, mientras que su guapo somelier, equipado con iPad, no falla al ofrecerte un vino acorde a tu elección. Uno de los pocos platillos que han sobrevivido los constantes cambios en la carta son los ravioles de foie gras, una mezcla inesperada con lo dulce del chocolate venezolano y lo ácido de las frambuesas. Sí, es un plato fuerte, no un postre.
La repostería se lleva las palmas. Cada postre es visualmente impresionante sin descuidar el sabor, el confit de manzana horneado 24 horas es acompañado por un helado de canela hecho artesanalmente que explota de sabor en tu boca. Si lo tuyo es el chocolate, hay toda una sección de postres con base en este ingrediente, no sabrás por cuál decidirte.
Definitivamente la terraza es el mejor spot del lugar, amplia, con follaje y una brisa refrescante. El gran secreto de la casa son unas ligerísimas madeleines que no están en la carta, pero que te pueden hornear en 10 minutos para comer ahí o llevártelas a tu casa y recordar esa deliciosa comida.